Justo ahora que en Estados Unidos ponen al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a nivel de la palabra divina para defender a Citigroup en su intento de conservar Banamex, el Congreso de ese país refrenda su apapacho al poderoso sindicato de transportistas y le pone de tapete el acuerdo trilateral.
Está visto que Barack Obama no tiene empacho en exhibir su lado proteccionista. Esas dos palabras, Buy American, que incluyó en su propuesta de plan de rescate, lo pintan muy bien.
Tiene una gran cercanía ideológica con las organizaciones sindicales, en especial con los Teamsters. Y como no, si Jim Hoffa, líder vitalicio y por herencia de esta agrupación, le acercó los votos de muchos de su millón 400,000 afiliados.
Hoffa operó con gran efectividad que el Senado de EU eliminara de su ley de gastos del año fiscal 2009 los recursos destinados al plan piloto, impulsado por la administración del expresidente Bush para permitir la entrada de camiones mexicanos a territorio de ese país. Hoy el plan ha muerto.
Ese plan, que requería recursos del presupuesto, era una forma de taparle el ojo a la violación de lo establecido en el tratado comercial que permitía la libre circulación de los transportes de carga de los tres países.
El plan Bush exigía a los camiones mexicanos cumplir requisitos ecológicos y de seguridad. Estaba diseñado para que no pudieran los camioneros de nuestro país con las regulaciones.
Pero, para su sorpresa, muchos de ellos han hecho importantes inversiones para cumplir con los requisitos de las leyes estadounidenses. Incluso con la capacitación de los operadores que han recibido clases de vialidad y hasta de inglés.
Pero no, para Jim Hoffa los camiones mexicanos son peligrosos misiles sueltos en los caminos de su país.
Cuando realmente son una competencia, legal y amparada por el tratado comercial, para un sector cerrado y proteccionista, ahora amparado por la Casa Blanca.
El argumento extendido es que por encima del tratado comercial están sus leyes de medio ambiente y de tránsito que impide a los transportes de placas mexicanas circular.
Lo más curioso del caso es que los demócratas en el Congreso dan este golpe legislativo que frena la entrada a los transportistas mexicanos, aun sabiendo que esta medida proteccionista mantiene las violaciones al acuerdo comercial entre México, EU y Canadá.
Y lo hacen justo cuando recurren al expediente del tratado para defender que un banco, Citigroup, intervenido por el gobierno de su país, opere de este lado de la frontera, con su filial Banamex, violando las disposiciones legales locales en la materia.
Y ahí tienen al gobierno y al Senado mexicanos buscando la forma de justificar que este grupo financiero pase sobre las disposiciones legales financieras, so pretexto de la preponderancia de la letra del TLCAN.
Ahora tendrá que emplearse otro grupo de funcionarios mexicanos en ver cómo le hacen para defender a los camioneros mexicanos que llevan esperando 15 años a que se cumpla lo establecido en la letra del acuerdo comercial.
Vamos, para los estadounidenses, hágase la voluntad del TLCAN en los bancos de mi compadre, y los camioneros mexicanos que se aguanten, como lo han hecho desde 1994.
La primera piedra
Forbes ha decidido pasar del terreno anecdótico al campo de la política. La inclusión de Joaquín El Chapo Guzmán Loera en lista de los hombres más ricos del mundo es una provocación y un mensaje que, inevitablemente, parece llegar con los atentos saludos de los grupos de poder de Estados Unidos.
Siempre ha sido cuestionable la forma en que este grupo editorial lleva a cabo sus mediciones, porque suma a las fortunas personales los títulos accionarios colocados en los mercados que, evidentemente, no les pertenecen. Por eso, hasta ahí, los datos son buenos para la sobremesa.
Pero cuando una publicación se atreve a incluir la supuesta fortuna de un criminal a quien es imposible fiscalizar, entrevistar, o simplemente contar sus acciones en un mercado o reporte financiero, las dudas de las intenciones son más que válidas.
La “fuente” de Forbes son puras suposiciones. La primera, es el cálculo del valor del mercado de consumo de drogas en Estados Unidos: 64,000 millones de dólares al año, hasta ahí puede haber rigor científico para obtener la cifra. Pero después vienen los cálculos de la DEA sobre la participación de mercado de El Chapo. Dicen los expertos que este narcotraficante tiene entre la tercera parte y la mitad de la oferta mexicana. Suman sus estimados de lavado de dinero, dividen entre Colombia y México, seguramente restan el numero que pensaron y ¡voila! Tienen la fortuna de Guzmán.
Nadie puede dudar del poder económico que obtienen los narcotraficantes, pero Forbes lo que hace en esta lista es arriesgar la marca. No incluye, porque no puede, la parte de gastos, impuestos por corrupción, socios, depreciaciones y demás. ¿Por qué 1,000 millones y no 1,100 millones o 990? ¿De parte de quién viene el mensaje sabiendo que en México la lista de Forbes tiene gran penetración?
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