jueves, 26 de marzo de 2009

FRONTERA INVISIBLE / Responsabilidad compartida

El viaje de Obama sucede justo en un momento en el que ciertos sectores de la derecha estadounidense más recalcitrante y de la izquierda más delirante hacen sus mejores esfuerzos por deteriorar la relación bilateral demostrando que los extremos siempre se juntan.
Envalentonados por su éxito para impedir el acceso de transportes de carga mexicanos a Estados Unidos, en conformidad con el Tratado de Libre Comercio, los sindicalistas siguen empeñados en desmantelar el acuerdo. Simultáneamente, los comentaristas de la televisión más racistas y xenófobos, y los miembros del Congreso estadounidense más reaccionarios exigen colocar al vecino del sur en cuarentena de por vida, definiéndolo como un riesgo a la seguridad nacional.
Aunque con algunos tropiezos, la Administración de Obama ha venido esforzándose por encontrarle soluciones a los complejos problemas que acosan a ambos países. También se ha propuesto darle un giro a la relación con América Latina que venía deteriorándose por distintos factores aunque no necesariamente por culpa de Estados Unidos.
En marzo, Obama se reunió en la Casa Blanca con el Presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, para hablar sobre temas de la agenda bilateral y la actual crisis económica. Lula dijo que le mencionó a Obama la necesidad de que Estados Unidos tenga una nueva visión de la región.
La semana pasada, el Presidente habló por teléfono con Mauricio Funes para felicitarlo por su triunfo en la elección presidencial de El Salvador. También habló con la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a quien le agradeció la participación de Argentina en los esfuerzos por estabilizar a Haití. Mostrando buen juicio, recién nombró al veterano Embajador Jeffrey Davidow como asesor especial de la Casa Blanca para la Quinta Cumbre de las Américas, en Trinidad y Tobago, del 17 al 19 de abril.
A finales de este mes, el vicepresidente Joe Biden viajará a Costa Rica y a Chile, mientras que la Secretaria de Estado Hillary Clinton estará esta semana en la Ciudad de México y en Monterrey para hablar sobre la crisis financiera, el comercio bilateral, el cambio climático y, sobre todo, para intentar encontrarle soluciones viables al problema del tráfico de drogas de sur a norte y de armas y dinero de norte a sur.
En este mismo sentido, a la semana siguiente, los convidados a un seminario sobre tráfico de armas organizado por el Gobierno de México en Cuernavaca para los días 1 y 2 de abril, son el Procurador General de Justicia, Eric Holder, y la secretaria del Departamento de Seguridad Interna, Janet Napolitano. El Congreso no se ha quedado atrás y ya la líder de la mayoría en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, anunció que los Presidentes de los Comités de Inteligencia, Silvestre Reyes, Fuerzas Armadas, Ike Skeleton, y Relaciones Exteriores, Howard Berman, también estarán de visita en México.
Considerando la magnitud de los problemas que en este momento enfrenta el país y muy en especial el Presidente, haber incluido a América Latina como tema prioritario en la agenda de política exterior de Estados Unidos debe ser visto como un encomiable gesto de buena voluntad.
Y si bien es cierto que, como ha señalado el propio Davidow en su hilarante libro "El oso y el puerco espín", "los viajes de los Presidentes al extranjero rara vez marcan un hito histórico o diplomático", generalmente, las visitas presidenciales hacen que "la mente de los burócratas se concentre" y se cumplan algunas de las tareas que deberían haberse realizado el año anterior si no es que la década anterior.
Y fue precisamente en la década de los 90, cuando Holder era subprocurador en la Administración de Bill Clinton, que los negociadores de ambos países lograron establecer un diagnóstico común del tema del narcotráfico en el que se incluía la responsabilidad tanto de quienes sostenían la demanda como de quienes producían la oferta. Hoy, es imprescindible avanzar en este tema.
Después de todo, México no viviría en la zozobra del narcotráfico si Estados Unidos no fuera el mayor consumidor de drogas del mundo. Tampoco habría 7 mil muertos al año si en Estados Unidos se cerraran los mercados de armas a los narcotraficantes y si se le pusiera coto al lavado de dinero en ambos países.
Hoy, lo urgente es que cuando los miembros del gabinete de Obama regresen a Estados Unidos empiecen a difundir por todo el país el mensaje de la responsabilidad compartida en el aumento de la violencia criminal en México y en su desbordamiento a ciertas zonas de la unión americana. Así será más fácil combatir esta amenaza a la seguridad de ambos países.

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